lunes, 14 de mayo de 2012

COMENTARIO DEL SALMO 8


SALMO VIII
Versículos 1—2. Dios debe ser glorificado, por dársenos a conocer. 3—9. Y
por hacer que los cuerpos celestes sean útiles al hombre, poniéndole a él,
por eso, un poco más abajo que los ángeles.
Vv. 1, 2. El salmista procura dar a Dios la gloria debida a su nombre. ¡Cuán
brillante reluce esta gloria aun en este mundo inferior! Es nuestro porque Él su vida, su ministerio, sus milagros, su sufrimiento, su muerte, su
resurrección y su ascensión son conocidas en todo el mundo. Ningún
nombre es tan universal, ningún poder e influencia tan generalmente sentida
como el del Salvador de la humanidad. Pero, ¡cuánto más brillante reluce en
el mundo superior! En esta tierra nosotros sólo oímos el excelente nombre de
Dios y lo alabamos; pero Él es excelso muy por encima hasta de la bendición
y alabanza. —A veces la gracia de Dios aparece maravillosamente en los
niños pequeños. A veces el poder de Dios hace que pasen cosas grandiosas
en su iglesia, por medio de instrumentos débiles e improbables, para que
pueda aparecer más evidentemente que la excelencia del poder es de Dios y
no del hombre. Él hace esto debido a sus enemigos, para acallarlos.
Vv. 3—9. Tenemos que considerar los cielos para que el hombre sea así
dirigido a poner su afecto en las cosas de arriba. ¡Qué es el hombre, criatura
tan baja, que es así honrado! ¡Criatura tan pecadora que deba ser así
favorecida! El hombre tiene dominio soberano sobre las criaturas inferiores,
bajo Dios, y es nombrado señor de ellas. Esto se refiere a Cristo. En Hebreos
ii, 6–8 el apóstol muestra para probar el dominio soberano de Cristo, que Él
es aquel hombre, aquel Hijo del Hombre, del cual se habla aquí, a quien Dios
le ha hecho tener dominio sobre las obras de sus manos. El favor más
grande hecho a la raza humana fue ejemplificado en el Señor Jesús. Con
buena razón el salmista concluye como empezó: ¡Señor, cuán grande es tu
nombre en toda la tierra, que ha sido honrado con la presencia del Redentor,
y todavía es iluminado por su evangelio, y gobernado por su sabiduría y
poder! ¿Qué palabras pueden alcanzar sus alabanzas, de Aquel que tiene el
derecho a nuestra obediencia por ser nuestro Redentor?

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