lunes, 28 de mayo de 2012

COMENTARIO DEL SALMO 11


SALMO XI
La lucha de David contra la fuerte tentación de desconfiar de Dios, y recurrir
a medios indirectos para su propia seguridad en un momento de peligro.
Quienes temen verdaderamente a Dios y le sirven, son bien acogidos cuando
depositan su confianza en Él. El salmista antes de relatar su tentación a
desconfiar de Dios, deja escrita su resolución de confiar en Él, como aquello
por la cual estaba resuelto a vivir y morir. El creyente, aunque no aterrorizado
por sus enemigos, puede ser tentado, por los temores de sus amigos, a
desertar de su posición o descuidar su obra. Ellos perciben su peligro, pero
no su seguridad; ellos le dan consejos que tienen sabor a política mundana
más que a sabiduría celestial. Los principios de la religión son los
fundamentos sobre los cuales se edifican la fe y la esperanza del justo. Nos
corresponde aferrarnos a ellos contra todas las tentaciones a la incredulidad;
porque los creyentes serían deshechos si no tuvieran a Dios para recurrir, a
Dios para confiar, y una bendición futura que esperar.
La prosperidad de la gente impía en sus malos caminos, y las angustias e
inquietudes a las cuales suelen ser sometidos los mejores hombres, son una
prueba para la fe de David. No tenemos que decir: ¿Quién irá al cielo a
buscarnos allá un Dios en el cual confiar? La palabra está en nosotros y Dios
en la palabra; su Espíritu está en sus santos, esos templos vivos y el Señor es aquel Espíritu. Este Dios gobierna al mundo. Podemos saber lo que los
hombres parecen ser, pero Dios sabe lo que son, como el orfebre conoce el
valor del oro cuando lo ha probado. Se dice que Dios prueba con sus ojos,
porque no puede errar ni se le puede imponer algo. —Si Él aflige con sus
ojos, es para prueba de ellos, por tanto, es para bien de ellos. Por más que
por un momento puedan prosperar los perseguidores y opresores, perecerán
por siempre. Dios es un Dios santo y, por tanto, los odia. Él es un Juez justo
y, por tanto, los castigará. ¡En qué horrenda tempestad son llevados
apresuradamente los malos a la muerte! Todo hombre tiene asignada la
porción de su copa. ¡Pecador impenitente, fíjate en tu condena! El último
llamamiento al arrepentimiento está por serte dirigido, el juicio es inminente;
a través de la sombra tenebrosa de la muerte pasas a la región de la ira
eterna. Apresúrate, oh pecador, a la cruz de Cristo. —¿Cómo está el caso
entre Dios y nuestra alma? ¿Es Cristo nuestra esperanza, nuestro consuelo,
nuestra seguridad? Entonces, y no de otra manera, será el alma llevada a
través de todas sus dificultades y conflictos.

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