SALMO XXVII
Versículos 1—6.
La fe del salmista. 7—14. Su deseo de Dios y la expectativa
de Él.
Vv. 1—6.
El Señor, que es la luz del creyente, es la fortaleza de su vida; no
sólo por Él quien vive, sino en el cual vive y se mueve. Fortalezcámonos en
Dios. La graciosa presencia de Dios, su poder, su promesa, su disposición
para oír oraciones, el testimonio de su Espíritu en los corazones de su
encuentran la causa de esa santa seguridad y paz mental en que habitan
cómodamente. —El salmista ora por la comunión constante con Dios en las
santas ordenanzas. —Todos los hijos de Dios desean habitar en la casa de
su Padre. No una estadía allí, como pasajero que se queda por una noche; ni
habitar allí solo por un tiempo, como el sievo que no permanece en la casa
para siempre; sino habitar allí todos los días de su vida, como hijos con su
padre. ¿Esperamos que la alabanza de Dios sea la bienaventuranza en la
eternidad? Seguro entonces que debemos hacerlo asunto importante de
nuestro tiempo. Esto tenía en el corazón más que cualquier cosa. —Sea lo
que fuere el cristiano en esta vida, considera que el favor y el servicio de
Dios es la única cosa necesaria. Esto desea, ora y procura, y en ello se
regocija.
Vv. 7—14.
Donde estuviere el creyente, puede hallar el camino al trono de
gracia por la oración. Dios nos llama por su Espíritu, por su palabra, por su
adoración y por providencias especiales, misericordiosas que nos afligen.
Cuando estamos neciamente coqueteando con las vanidades mentirosas,
Dios está, por amor a nosotros, llamándonos a buscar nuestras misericordias
en Él. La llamada es general. “
Buscad mi rostro”, pero debemos aplicarlo a
nosotros mismos, “
tu rostro buscaré”. La palabra no sirve cuando no
aceptamos la exhortación: el corazón bondadoso responde rápidamente a la
llamada del Dios bondadoso, siendo voluntario en el día de su poder. —El
salmista requiere el favor del Señor; la continuación de su presencia con él;
el beneficio de la dirección divina y el beneficio de la protección divina. El
tiempo de Dios para ayudar a los que confían en Él llega cuando toda otra
ayuda falla. Él es un Amigo más seguro y mejor de lo que son o pueden ser
los padres terrenales. —¿Cuál era la creencia que sustentaba al salmista?
Que vería la bondad del Señor. Nada hay como la esperanza de fe en la vida
eterna, los vistazos anticipados de esa gloria y el sabor previo de sus
placeres para impedir que desfallezcamos mientras estamos sometidos a
todas las calamidades. Mientras tanto él debe ser fortalecido para soportar el
peso de sus cargas. Miremos al Salvador sufriente y oremos en fe que no
seamos entregados a las manos de nuestros enemigos. Animémonos unos a
otros a esperar en el Señor con paciente esperanza y oración ferviente.