martes, 18 de septiembre de 2012

COMENTARIO DEL SALMO 27

SALMO XXVII



Versículos 1—6.

La fe del salmista. 7—14. Su deseo de Dios y la expectativa

de Él.



Vv. 1—6.


El Señor, que es la luz del creyente, es la fortaleza de su vida; no

sólo por Él quien vive, sino en el cual vive y se mueve. Fortalezcámonos en

Dios. La graciosa presencia de Dios, su poder, su promesa, su disposición

para oír oraciones, el testimonio de su Espíritu en los corazones de su
encuentran la causa de esa santa seguridad y paz mental en que habitan

cómodamente. —El salmista ora por la comunión constante con Dios en las

santas ordenanzas. —Todos los hijos de Dios desean habitar en la casa de

su Padre. No una estadía allí, como pasajero que se queda por una noche; ni

habitar allí solo por un tiempo, como el sievo que no permanece en la casa

para siempre; sino habitar allí todos los días de su vida, como hijos con su

padre. ¿Esperamos que la alabanza de Dios sea la bienaventuranza en la

eternidad? Seguro entonces que debemos hacerlo asunto importante de

nuestro tiempo. Esto tenía en el corazón más que cualquier cosa. —Sea lo

que fuere el cristiano en esta vida, considera que el favor y el servicio de

Dios es la única cosa necesaria. Esto desea, ora y procura, y en ello se

regocija.


Vv. 7—14.


Donde estuviere el creyente, puede hallar el camino al trono de

gracia por la oración. Dios nos llama por su Espíritu, por su palabra, por su

adoración y por providencias especiales, misericordiosas que nos afligen.

Cuando estamos neciamente coqueteando con las vanidades mentirosas,

Dios está, por amor a nosotros, llamándonos a buscar nuestras misericordias

en Él. La llamada es general. “

Buscad mi rostro”, pero debemos aplicarlo a

nosotros mismos, “

tu rostro buscaré”. La palabra no sirve cuando no

aceptamos la exhortación: el corazón bondadoso responde rápidamente a la

llamada del Dios bondadoso, siendo voluntario en el día de su poder. —El

salmista requiere el favor del Señor; la continuación de su presencia con él;

el beneficio de la dirección divina y el beneficio de la protección divina. El

tiempo de Dios para ayudar a los que confían en Él llega cuando toda otra

ayuda falla. Él es un Amigo más seguro y mejor de lo que son o pueden ser

los padres terrenales. —¿Cuál era la creencia que sustentaba al salmista?

Que vería la bondad del Señor. Nada hay como la esperanza de fe en la vida

eterna, los vistazos anticipados de esa gloria y el sabor previo de sus

placeres para impedir que desfallezcamos mientras estamos sometidos a

todas las calamidades. Mientras tanto él debe ser fortalecido para soportar el

peso de sus cargas. Miremos al Salvador sufriente y oremos en fe que no

seamos entregados a las manos de nuestros enemigos. Animémonos unos a

otros a esperar en el Señor con paciente esperanza y oración ferviente.

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